Escribir terror

¿Por qué terror? Te cuento mis razones y las de otras compañeras de oficio

«El terror es un lenguaje universal; todos nos asustamos. Nacemos asustados, hay cosas que nos dan miedo: la muerte, la desfiguración, la pérdida de un ser querido. Todo lo que me da miedo, te da miedo a ti y viceversa. Así que todo el mundo siente terror y suspense. Una vez fuimos niños; se trata de coger esa emoción humana básica y putearla y jugar con ella. Se pueden inventar nuevos terrores».

John Carpenter, —entrevista con Interview Magazine en 2015

No es que ningún escritor tenga la obligación de justificar porque hace lo que hace, pero es natural interesarse por las razones que nos llevan a decantarnos por un tipo de historias en lugar de otras. Lo curioso viene en la expectativa de la respuesta y he aquí el motivo de escribir este artículo.

Por otro lado, es necesario mencionar que cuando es una mujer la que está detrás de una historia de terror, parece causar bastante más desasosiego, sobre todo si no lleva tatuajes de calaveras ni viste de negro, y mucho peor si además resulta ser agradable y simpática. A mi me han hecho comentarios de todo tipo en este sentido, pero aprovecho este espacio para declararme todo lo sana mentalmente que se puede estar en este mundo que vivimos, suelo vestir de colores vivos (el negro me gusta, va con todo) y tengo aversión a la sangre. Pero sí, escribo terror.

Mi teoría sobre esta percepción de las escritoras que se dedican a asustar es que proviene de un sesgo social y cultural del que todos hemos pecado (pero del que nos estamos curando, afortunadamente). Hemos crecido con la imagen angelical de damiselas en apuros que deben ser rescatadas, madres abnegadas y sacrificadas que jamás se enfadan y niñas de bien que buscan el amor a toda costa. Hasta no hace mucho la representación femenina en terror encajaba dentro de uno de estos personajes o se situaba en el lugar opuesto de la historia, en la villana malvada. Mención aparte merece el trato de la locura femenina (os dejo un artículo del blog de Alicia Pérez Gil sobre el tema aquí).

Con todo esto no es de extrañar que las escritoras se decantaran al principio por escribir romances, más acorde a lo que se esperaba de ellas, y que no fuera hasta la época victoriana cuando un buen puñado de mujeres se atrevieron a desafiar estas encorsetadas expectativas y nos proporcionaran la base de lo que es hoy el género, aunque se las estudie poco o nada en las escuelas. Hablé de algunas de estas escritoras imprescindibles aquí, si quieres echarle un vistazo.

El caso es que escribir historias de miedo no implica padecer un desorden mental mucho mayor que si escribes cuentos infantiles o erótica. Todos tenemos demonios internos, problemas personales, traumas que superar y experiencias negativas en la vida. Ponerlas sobre el papel en todo caso es una maravillosa terapia. A menudo me preguntan por qué me dedico a escribir historias para asustar, qué veo en estas tramas y personajes oscuros que sea tan atrayente. Después de todo, en terror todo gira en torno a la muerte, la crueldad y la maldad, ¿no es cierto? Bueno, sí y no, y hoy voy a intentar explicarlo.

¿Soy yo el único criminal, cuando toda la raza humana ha pecado contra mí?

Frankenstein, Mary Shelley. 1818

Lo que el terror nos ofrece

Leí mi primera novela de terror a los once años. Era Carrie, de Stephen King, y la disfruté tanto que supe en ese preciso momento que esas eran el tipo de historias que quería contar. Hasta entonces todos los libros que llegaban a mí hablaban de experiencias positivas y lecciones entrañables de personajes alegres las veinticuatro horas y completamente planos, salvo alguna excepción contada. Esto obviamente lo he comprendido con los años. El terror me descubrió que hablar de malas experiencias también era posible y que el miedo es en realidad lo que nos une en nuestra condición humana.

El terror refleja la vida tal y como es, sin edulcorar. En la sociedad existen personas malvadas, accidentes, mala suerte, traumas y momentos oscuros que nos afectan y nos definen. De hecho, son estas malas experiencias las que suelen quedarse grabadas en la piel con más fuerza. ¿Por qué no enfrentarnos a ellas a través de los ojos de otros personajes?

«Hay una cosa que nadie parece entender, no era un monstruo, no era más que una niña.»

Carrie, Stephen King

Vivimos en una era de cierta positividad tóxica que nos impide liberar nuestros fantasmas y ya sabemos lo que pasa cuando se quedan encerrados demasiado tiempo. Existe cierta tendencia al desprecio por los sentimientos etiquetados como negativos (tristeza, ira, rabia, frustración, etc). Sin embargo, ignorarlos tiene consecuencias terribles. Fingir que todo es maravilloso es un engaño; las emociones están ahí para decirnos si algo va bien o va mal y nos exigen que las escuchemos. El terror las deja jugar sin límite de tiempo ni reglas en una zona controlada. Al cerrar el libro o apagar la película, se acabó. No me digas que no es poderoso.

El terror nos conecta con nuestra verdadera humanidad, nos demuestra de qué pasta estamos hechos, qué seríamos capaces de hacer en situaciones límite, cuáles son nuestras prioridades, qué otras personalidades viven en nuestro interior y qué haría falta para que salieran. (En este artículo lo explica bien el escritor Alexander Gordon. Está en inglés, sorry). No hay nada más terrorífico que encender el televisor—o mirar las redes sociales— cada día. La realidad da bastante más miedo que cualquier novela de Stephen King. Ponerlo por escrito nos ayuda a buscar respuestas, a sentir empatía, a navegar esa oscuridad que a menudo rehuimos. Y quizás así reflexionar y caminar hacia convertirnos en mejores personas, o al menos intentarlo.

Podrás decir «eso también se puede hacer leyendo fantasía o ciencia ficción, o narrativa contemporánea». Y te responderé que por supuesto, que las novelas solo se clasifican en géneros para poder ordenar las estanterías y a veces hay más de un género viviendo en la misma historia, aunque uno o dos suelen tener más peso. El terror nos ofrece opciones que otros géneros no logran, como algunas de las que he mencionado, y sus posibilidades son infinitas. El señor King lo explica claramente.

Pero no tomes solo mi experiencia como respuesta. Aquí te ofrezco algunas más.

Otras autoras explican por qué escriben terror

Beatriz Alcaná

Escribo terror por dos razones. La primera es que vivimos en un mundo que nos deja muy poco margen a la hora de dejar volar la imaginación. En la literatura de terror, sin embargo, podemos mandar las convenciones a tomar viento y flirtear sin complejos con lo extraño, con lo fantástico. Pero creo que esa no es la razón principal. Si escribo terror se debe ―sobre todo y para sorpresa de nadie― a que crecí leyendo terror.

Fui una lectora muy precoz por culpa de mi hermana, que debía aburrirse y me enseñó a leer mucho antes de que lo hicieran en el colegio. Siempre me gustaron los libros, pero, ya desde chiquitaja, la mayoría los encontraba cursis, simplones y embebidos de una moralina absolutamente indigesta. Enseguida dejé de lado aquellos pasquines gazmoños de Barco de Vapor y volví la vista hacia los clásicos de terror que publicaba, de aquellas, Anaya. Se abría ante mis ojos un universo distinto, más rico y seductor, poblado por personajes complejos, dandis cínicos, científicos de moral ambigua y monstruos más humanos que los propios humanos. Era un universo que me atraparía para siempre y en el que, en adelante, me sentiría como en casa. Aquí es donde me encuentro cómoda y segura: entre los muertos… y los no tan muertos.

Alicia Pérez Gil

Escribo terror porque me permite explorar territorios menos accesibles desde otros géneros. Reconozco que me dan mucha envidia las autoras que se manejan bien en tramas llenas de personajes, como las compañeras de fantasía épica. Y también miro con celos a las señoras de la ciencia ficción, que avanzan y retroceden en el tiempo a voluntad. Pero yo no estoy hecha para los campos de batalla ni para la ciencia, me temo. Lo mío son los espacios pequeños. En concreto, el espacio más pequeño que existe, que es el cuerpo humano. El terror me permite experimentar con las emociones y con los pensamientos que las motivan. Años de terapia me han enseñado que son las ideas las que dan forma a las emociones y esto, a la hora de escribir terror, es un auténtico filón.

Curiosamente, con los años he dejado de creer a pies juntillas que las personas seamos naturalmente malas. Pero sí que creo que estamos preparadas para el mal y que no lo distinguimos con claridad del bien. Sobre todo cuando se trata de poner por delante nuestro propio bienestar o el de las personas a las que amamos. Los buenos sentimientos de los que nos sentimos tan orgullosos son a menudo la fuente de verdaderos horrores. Se habla mucho de lo que el ser humano hace por codicia o por envidia. Pero las mayores atrocidades se cometen por amor.

Todo esto se puede escribir desde los géneros realistas, claro. Pero el terror nos ofrece una libertad de movimientos casi infinita.

Yo he dado entidad real al miedo convirtiéndolo en un bocado que fermenta en el estómago de la protagonista y que, al poseerla, la lleva a hacer cosas espantosas. He utilizado diferentes mitologías para ilustrar diferentes emociones. Y, sobre todo, he escrito desde el terror para exorcizar mis propios fantasmas.

Todo lo que cabe en un pedacito de corazón es susceptible de convertirse en monstruo. Y todo lo que cabe en un centímetro de materia gris, también. Así qué la pregunta es ¿por qué no iba a escribir terror? ¿dónde iba yo a encontrar todo esto por el mismo precio?

Mariana Palova

Creo que la respuesta empieza desde mi infancia. Desde pequeña siempre he sentido una atracción peculiar por la sensación del miedo, probablemente porque soy una persona muy cobarde pero cuyo miedo le impulsa a hacer las cosas con más ímpetu y terquedad. Hoy en día, siempre que me preguntan cuáles son mis sensaciones favoritas al momento de escribir, el miedo y la nostalgia son sin duda mi respuesta más rápida. También, el hecho de ser mexicana y haber crecido en un país donde nuestra cultura convive con la muerte de una forma tradicional, ritualística y hasta satírica, tiene mucho que ver con mi curiosidad respecto a la influencia fantástica de lo paranormal en la vida cotidiana, y más siendo que provengo de un pueblo muy rural de Jalisco, donde el realismo mágico y las historias de ultratumba eran una costumbre de los adultos para entretener a los niños. Creo que no puedo escribir de otra manera que no sea como una especie de una búsqueda de dominar aquello que desconozco y que, a la vez, me aterra y fascina a partes iguales. Y nada me asombra más que el ocultismo, los sistemas de magia y la diversidad cultural que arrastran consigo.


El miedo es el más humano de los sentimientos. ¿Y tú? ¿Por qué lees o escribes terror?

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