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La figura de la bruja: ¿ángel o demonio?

Se aproxima la fiesta del Samhain, la más importante dentro de la cultura celta pagana (Sí, es Halloween, pero ese nombre fue una forma de cristianizarla). El caso es que este momento, que celebra el fin de la cosecha, se ha convertido en el mes de las brujas por excelencia, probablemente por las teorías que asocian su significado también a una comunión entre los vivos y los muertos. Muertos, espíritus, infierno, brujas. Todo encaja, ¿verdad? ¿O no?

Condenadas y temidas, las brujas traen a la mente de algunos asociaciones relacionadas con el diablo y la magia negra, y para otros la de mujeres fuertes e incomprendidas. Pero, ¿quiénes son estos personajes? ¿En qué bando se encuentran realmente?

Origen y etimología de «bruja»

Para comprender el concepto actual de bruja, comencemos por analizar el significado de esta palabra. En español, esta palabra no tiene un origen claro, aunque diversas teorías le atribuyen una procedencia ibérica o celta, que podía provenir del término «brixta» («hechizo»). El equivalente latino «maleficae» fue el más utilizado durante la Edad Media, pero la palabra evolucionó en las distintas lenguas que se desarrollaron en Europa.

Así, el término inglés «witch» proviene del inglés antiguo «wicce» referente a «mujer maga o hechicera» y que acabo haciendo referencia exclusivamente a mujeres. De origen similar es el término alemán «hexe», derivado de «hagzissa», que en inglés antiguo quiere decir «demonio o mujer anciana». Dos cosas muy distintas, ¿no te parece? Sin embargo, con el tiempo, veremos cómo estas dos ideas se han ido asociando de tal forma que la imagen colectiva de una bruja es una mujer anciana que vive sola. Para que luego digan que las palabras no son poderosas.

Sin embargo, en otras lenguas como el gallego («meiga») o el romaní («shuvani»), la palabra hace referencia a una mujer sabia que hace el bien y ayuda a sus semejantes enfrentándose a maldiciones y hechizos malintencionados. ¿Quién tiene razón, entonces? ¿Son las brujas ángeles o demonios?

Las brujas en la cultura celta

Probablemente podríamos irnos hasta el comienzo de los tiempos para hablar de esa figura, pero por no alargar demasiado este artículo retrocederemos solo unos pocos siglos. Fue el paganismo de la cultura celta el que más se extendió por Europa y la América colonizada por los ingleses, y con el tiempo, la que acabó siendo absorbida y utilizada por el cristianismo para imponer sus festividades. La naturaleza y los elementos eran una parte importante de su idiosincrasia, y a ella se dedicaban la mayor parte de sus rituales y fiestas. Por eso, no es de extrañar que la figura de la bruja fuera tan respetada.

En la cultura celta, la bruja era una mujer en armonía con la naturaleza, capaz de comprenderla y de usar sus frutos y su energía para canalizarla a través de ritos, brebajes y oraciones. Era su deber transmitir su conocimiento sobre árboles y plantas al resto de la comunidad. El símbolo de la bruja volando, tan popular en la actualidad y asociado a poderes malignos, hace referencia en realidad a una mujer que transciende por encima de sus limitaciones terrenales y ocupa un nivel superior.

Es este mismo concepto de bruja el que comparten culturas como la romaní y pueblos de la América precolombina, donde el vínculo con la naturaleza, la medicina natural y el conocimiento de la sexualidad y el erotismo estaban bastante mejor vistos que en la puritana Europa medieval. No es de extrañar, pues, que con la invasión cristiana estas mujeres fueran acusadas de pactar con el diablo y practicar artes oscuras. Para el hombre blanco de la Edad Media todo lo inexplicable o incomprensible suponía una herejía, hasta el punto de acusar de brujería a las mujeres que preparaban cacao, una planta desconocida y asociada a hechizos de índole sexual (y ahora nos tomamos un poquito cada mañana. ¡Cómo cambia la vida, eh!).

Las brujas en la Edad Media

La Edad Media supuso un retroceso en todos los sentidos. Fue un periodo oscuro y plagado de crímenes atroces contra los derechos humanos, que en su mayor parte se cebó con ese gran enemigo a batir de cualquier poder absolutista: las mujeres. La religión se ocupó de transformar esa concepción celta de la bruja como vínculo con los seres vivos y la naturaleza en un demonio infernal que comía niños y lanzaba males de ojo por doquier.

«Martillo de las brujas», tratado sobre las cazas de brujas (Alemania, 1487).

Cierto es que, igual que se practicaban rituales y hechizos con fines terapéuticos o de buena suerte, existían otros dedicados a causar daño y a doblegar la voluntad de otros. La magia negra y el ocultismo también forman parte de la historia de las civilizaciones, pero no están exclusivamente ligados a las mujeres (sí, hubo hombres que practicaron hechicería y magia negra. De hecho el padre del satanismo es el señor Anton Lavey). Con la asociación de mujer y diablo, la figura de la bruja terminó por convertirse en la representación de un ser maligno que había que combatir a toda costa y, así, la Inquisición obtuvo una excusa para ir contra curanderas, parteras, boticarias y otras mujeres de pensamiento libre (y alguna criminal, sí, pero fueron las menos).

Si bien, cabe aclarar que no fue la Inquisición española (por mucho que lo repitan los Monty Python) la que ejecutó a más mujeres por brujería. En la España medieval, los juicios por brujería fueron escasos y se optaba mayormente por la conversión de estas «pecadoras». Sin embargo, en el norte de Europa se produjeron más de 60.000 ejecuciones por brujería (Unos crían la fama y otros…).

La representación de la bruja en la literatura

Lilith, pintura de John Collier

Sin duda, la primera bruja aparecida en un texto en la opinión de muchos teóricos (y en la mía propia) es Lilith. Una mujer de espíritu libre, tildada de prostituta por querer yacer encima de Adán (¡qué osadía! ¡Una mujer por encima de un hombre! ¿De qué me suena esto?). El caso es que, repudiada por su marido, acabó yaciendo con demonios y, claro, la gente habla (incluso en el principio de los tiempos donde se suponía que no había más gente…) y se una se crea la fama.

La figura de la mujer sexualizada e independienteque que es denominada bruja (o hechicera) continúa en la literatura clásica griega y romana. Pongamos como ejemplo a Circe de La odisea, a Medea, sacerdotisa de Hécate o a las hechiceras de Tesalia. Podríamos hacer una tesis solo con estos tres ejemplos, pero en lugar de eso, te dejo este artículo.

Hasta la Edad Media, la literatura se concentró sobre todo en representar a las brujas como hechiceras con un alto poder de seducción y dedicadas casi por completo a las artes amatorias (demonizar las mujeres sexualmente libres, ¿dónde hemos visto eso antes?). A partir de la baja Edad Media, destaca la leyenda artúrica y la figura de Morgan LeFay, la malvada bruja que ha pasado a la historia como la archienemiga del Rey Arturo. No así Merlín, que también practicaba la magia en la corte del rey.

Fotograma de la adaptación cinematográfica de La celestina

Es en estos tiempos medievales donde más leyendas y cuentos populares surgen sobre las brujas, sobre todo en la tradición oral. En España, haré referencia a nuestra bruja por antonomasia: la Celestina. De nuevo esta figura literaria es utilizada en su versión más odiosa, encarnando todos los defectos posibles según la época (alcahueta, vieja, hedonista, obsesionada con el placer sexual). (Sé que me dejo a Shakespeare y sus tres brujas, sorry). Surgen también los cuentos folklóricos que plagaron nuestra infancia: Hansel y Gretel, Blancanieves, La bella durmiente, entre otros.

El siglo XIX y XX abrió las mentes de algunos autores y las brujas comenzaron a pasar del género de terror a la fantasía y a tener funciones cada vez más relacionadas con sus orígenes, aunque aún quedaban fuertes resquicios de concepciones anteriores. Cabe destacar a Galandriel en El señor de los anillos (también plagado de magos, que en este caso no siempre se encuentran en el bando de los buenos), sin olvidar a la Bruja Blanca de Las crónicas de Narnia, la Maga de Rayuela o la Bruja del Este de El maravilloso mago de Oz.

En el siglo XXI, las brujas siguen siendo personajes enigmáticos, temidos y adorados a partes iguales, tanto en la ficción como en la realidad. Se le siguen dedicando textos y horas de metraje, y se aprecia un resurgir de la concepción original de esta figura, menos asociado con el diablo y más con la tierra y sus elementos, aunque es obvio que siempre caminará con un pie en la oscuridad y otro en la luz. Lo que es indiscutible es la atracción que nos provoca esta mujer liberada, curtida en la magia y las artes más o menos oscuras, y conocedora de los poderes de la naturaleza.

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