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Elementos de terror I. Cajas malditas y otros objetos de segunda mano

Llevo tiempo dándole vueltas a empezar una serie de artículos en los que se analice el uso de ciertos elementos utilizados en las historias de terror (siempre que hablo de terror, incluyo tanto fantasía como ciencia ficción oscura) y, como con pensarlo no basta, por fin me he decidido a ponerla en marcha. Profundizaré en el origen y uso del elemento en cuestión y recomendaré algunos ejemplos de libros y películas donde se puede ver este uso (será una mezcla equilibrada de obras conocidas y desconocidas, en la medida de lo posible). Comenzamos.


En este primer artículo de la serie vamos a hablar de los objetos malditos, esos que pasan de mano en mano sin que nadie encuentre la forma de detener a la fuerza sobrenatural que los domina y que van dejando un rastro de destrucción tras de sí. Ya se sabe, entre lo que hay detrás de la puerta número 1, mil euros o la caja, siempre elegiremos la caja, ¿verdad?

La energía de los objetos

Hace unos cuantos años escribí un relato corto que se titulaba así, La energía de los objetos, y trataba de esa teoría que ha llegado hasta nuestros días, sin saber bien cómo, que afirma que nuestra energía acaba empapando todo aquello que alguna vez nos perteneció. Esto ocurre en especial con aquellos objetos que tuvieron un significado mucho más profundo y sentimental en nuestra vida. ¿De dónde viene esta creencia?

Feng Shui

Hay varias filosofías orientales que afirman que los objetos influyen en nosotros a través de su energía propia y la que le traspasamos. Uno de estos sistemas filosóficos es el conocido Feng Shui, que forma parte del shenmiwenhua («conocimiento misterioso» en chino) y que trata de todo aquello que existe, pero que como humanos no podemos ver. Según esto, hay objetos «buenos» y objetos «malos», cuyo efecto en nosotros además depende de dónde se coloquen. Fascinante, ¿a que sí?

Son muchos los trabajadores de lo esotérico que se dedican a limpiar joyas, muebles y otras cosas de las energías de sus anteriores dueños. Sin embargo, no solo se nos advierte sobre la posibilidad de impregnación por parte de sus previos propietarios sino también de otros entes malignos o perturbados que hayan podido instalarse en ellos.

En todas las religiones, modernas o paganas, de cualquier civilización se le ha otorgado un papel especial a ese «alma» que acaba quedándose en ciertos objetos, ya sea para dotarlos de valor sagrado o todo lo contrario. Si un dios podía tocar un pan cualquiera y convertirlo en una oblea sagrada, ¿por qué no iban a hacer lo mismo los demonios?

Cómo encerrar a un demonio: las cajas dybbuk

Estamos muy acostumbrados a la tradición católica, pero existen otras religiones con leyendas y creencias fascinantes, como esta de la religión judía que te voy a comentar a continuación y que me parece cuanto menos curiosa. Se trata de la historia de las cajas dybbuk.

auténtica caja dybbuk

Una caja dybbuk es un mueble para almacenar vino en el que supuestamente habita un dybbuk que puede posser a sus propietarios. Los dybbuk son espíritus malignos que escaparon del Gehena, el infierno judío, o que fueron expulsados por cometer algo imperdonable como un suicidio. La palabra significa etimológicamente «adhesión», de ahí la creencia de que este ente se adhiere a un cuerpo vivo y solo escapa cuando ha cumplido su misión o al ser exorcizado. El dybbuk en cuestión puede variar en cuanto a su nivel de maldad. Podría tratarse de un terrible asesino o de alguien que simplemente cometió un delito menor como el hurto. Estas cajas son una auténtica ruleta rusa.

En febrero de 2004 el propietario de una de estas cajas acudió a ebbay para deshacerse de ella, afirmando que estaba causando el caos en su familia y que desde que la tenía habían ocurrido una serie de tragedias. La caja fue adquirida por Jason Haxton y acabo siendo protagonista de diversos programas dedicados a lo paranormal. Pero su historia venía desde tiempo atrás…

Al parecer comenzó en 2001, cuando un anticuario la adquirió de una anciana de 103 años que había estado en un campo de concentración nazi. Cuentan que la nieta de esta señora ya advirtió al comprador de dónde se estaba metiendo, pero el trato se cerró. Al poco tiempo, comenzaron los sucesos extraños (luces que se apagaban, portazos, olores inusuales) y el buen hombre decidió regalársela a su madre, que murió de un derrame cerebral. Antes de morir, afirma que le dijo «Odio este regalo». El hombre conservó la caja, aunque sufría pesadillas que más tarde compartieron todos los miembros de la familia que se habían cruzado con el objeto maldito. Fue entonces cuando colgó un anuncio en ebay.

Un paseo por un fleamarket: otros objetos malditos

Si buceas un poco por la red o lees prensa de otros países, de vez en cuando te puedes encontrar con noticias verdaderamente curiosas en torno a este tema. De sobra es conocida, gracias a la rentable franquicia de The conjuring, la muñeca Anabelle, comprada también de segunda mano en una tienda de antigüedades, y que traía, por lo visto, un demonio maligno de regalo. Pero esto no queda aquí.

La pintura «Las manos se le resisten» de Bill Stoneham, también subastada en ebay por provocar vómitos y moverse por la noche, es una de las obras de arte más embrujadas hasta el momento. Ahora se encuentra en una galería de Grand Rapids, Michigan. Otras reliquias malditas son el espejo de la plantación Myrtles que, al parecer, tiene encerrados los espíritus de una mujer y sus hijos; el vestido de novia de los Baker, que se mueve solo; las sillas del Castillo Belcourt (Rhode Island, EE.UU), que causan frío y náuseas a los que se sientan en ellas; o la estatua de «la mujer de LEMB», descubierta en 1878 en Chipre, que ha sido apodada «La diosa de la muerte» por causar la muerte de todos los que acaban siendo sus propietarios.

Uso de objetos malditos en las historias de terror

Por lo general, el ser humano tiene tendencia a resistirse a la muerte. ¿Quién desea morir, al fin y al cabo? Para poder evitar esta transición, se han inventado numerosos métodos a lo largo de la Historia, siendo la religión la que ha dedicado más empeño en este menester. De aquí que la posesión de objetos sea un resultado más que natural de esta necesidad de transcender la muerte.

El terror se aprovecha de dos miedos fundamentales en este sentido: el miedo a la muerte y el miedo a los muertos. Por un lado, el uso de objetos malditos nos aterra porque nos recuerda nuestra mortalidad, la posible existencia de «el otro lado» y el castigo eterno que espera a aquellos que no cumplen lo que deben en vida o que realizan actos considerados inmorales. Los muñecos que se mueven solos no nos asustan en sí—todos queremos mucho a Woody y Buzz Lightyear—, es la intención de lo que habita en su interior lo que nos preocupa. El acecho de la muerte o de aquellos que la han visto y no tienen ya nada que perder.

Además, nos ofrece una oportunidad cuanto menos tentadora: la posibilidad de vivir para siempre, aunque solo sea encerrados en algo que pasará de mano en mano. El espíritu de turno no es más que alguien, como tú y como yo, que sucumbió a esta tentación.

Y, por último, cabe mencionar ese morbo casi inherente al ser humano de conservar lo que una vez perteneció a otros. Piénsalo. Todo adquiere un valor mucho más alto cuando fue propiedad de otra persona porque en el fondo pensamos que, al poseer ese objeto, tenemos una parte de ella. Las fotos, los cuadros, los libros, las joyas; todo lo que se reparte en las herencias resulta especial porque ya lo «poseyó» alguien. Este termino no es un asunto baladí. «Poseer» viene del latín possidere, compuesto de potis ‘dueño’ y sedere ‘estar sentado’, propiamente ‘sentarse como amo en un lugar’. El acto de poseer implica ejercer poder, sobre algo o sobre alguien, y ¿cuántos siglos lleva la Humanidad afanándose por no perder el poder? La muerte, por lo tanto, no podía ser una barrera.

Algunas obras literarias y audiovisuales que tratan sobre objetos malditos

El retrato de Dorian Grey, Oscar Wilde.

La pata de mono, W. W Jacobs.

El diablo de la botella, Robert Louis Stevenson.

Death note, Tsugumi Oba.

La caja de música, (John Real, 2018)

Muñeco diabólico (Tom Holland, 1988)

Malefique (Eric Valette, 2002)

Feng Shui (Chito S. Roño, 2004)

The possesion (Ole Bornedal, 2012)

The boy (William Brent Well, 2016)

Siete deseos (John R. Leonetti, 2017)

Polaroid, (Lars Klevberg, 2019)

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